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lunes, 12 de julio de 2021

Los días perfectos - Jacobo Bergareche

  

Título: Los días perfectos                                                                                                  Autor: Jacobo Bergareche
 
Páginas: 184
 
Editorial: Libros del Asteroide
 
Precio: 18 euros 
 
Año de edición: 2021

¿Cómo explicar el enamoramiento sin caer en tópicos, cursiladas, cosas sabidas y repetidas, máximas «extraordinarias  y deseos incumplibles?

Jacobo Bergareche lo hace de forma original, y no lo es tanto porque el formato elegido sea el epistolar, una sola carta del protagonista a su amante, que no enviará, y una sola carta a su mujer que no llegará a tiempo, sino porque el estímulo para escribir esas cartas, y por ende la novela, es la correspondencia amorosa enviada por William Faulkner, Bill, a su amante, Meta, durante su larga relación.

El autor juega con dos planos de narración, el contenido en las cartas de Faulkner a Meta y, en paralelo, el de su relación con su amante ocasional, una mujer estadounidense a la que ve una vez al año.

Pero el escritor no solo habla del enamoramiento, sino también de su contrario, el desamor, el tedio, la tristeza y la pena que se instalan en las parejas que, como la del protagonista, Luis, y su mujer Paula, cumplen ya diecisiete años juntos. Tedio que se produce también en las parejas de amantes, como nos demuestra lo que ocurrió en la de Faulkner.

Nos habla de la ilusión por disfrutar de un día perfecto, cuyo éxito es el de construirlo juntos. Un día perfecto, que ―como en el caso de una deliciosa carta del genial escritor a Mate en formato story board― no es más que una jornada de disfrutar de playa, sol y ping-pong, cosas sencillas que cualquiera se puede procurar. La diferencia con quien no tiene esos días perfectos es la falta de ese estímulo que convierte lo corriente en especial, lo normal en mágico, las horas en minutos, éstos en segundos y el tú en un ilusionado «nosotros», tanto es el deseo de fusión y apropiación. El milagro de la conversión que se logra por obra de la primera persona del plural, con el tiempo, se mitiga o se agota, nos dice el autor.

No puede vivirse siempre en estado de pasión permanente, de exaltación continua y agotadora, nos dice, y para explicar su afirmación de que el mundo no podría funcionar así, nos habla, con mucho humor, del origen de la palabra pathos, de la que deriva la palabra pasión y también el sustantivo patología, que significa enfermedad y de cómo no podríamos vivir en un mundo en el que todos estuviéramos obsesionados ―enfermos― con encontrarnos con el objeto de nuestro amor y de no hacer otra cosa que amarnos ―que es el único deseo de los amantes.

La carta de Faulkner que desmenuza y le sirve de motor al protagonista para escribir a su amante, le servirá también para escribir después a su mujer en un esfuerzo de buscar su complicidad para intentar recuperar esa ilusión que convierte en mágico lo corriente. A lo largo de su escritura, desarrolla los dos conceptos, el enamoramiento, con más fuerza, atrevimiento y alegría ―lógico― que su contrario, el desamor, más pausado, menos luminoso, buscando lo que se teme que pueda estar perdido para siempre.

Es esta una novela delicada, sutil y lírica, que está plagada de reflexiones que, en algunos casos reconocemos totalmente, en otros menos, pero todas muy comprensibles y nunca baladís. Su tesis principal, que la felicidad es efímera por naturaleza y luego nos pasamos la vida sumergidos en la melancolía. Parece ser que el poderoso Abderramán II dejó dicho al final de su vida que había sido feliz exactamente 14 días. O dicho de otra manera, en palabras de Ricardo Menéndez Salmón: «… los hombres ganan la felicidad sin merecerla, la pierden sin darse cuenta y la añoran sin remedio».

Es un pequeño libro que se lee con mucha agilidad ―el autor escribe bien―, tiene poesía y magia, y está salpimentado aquí y allá por un sentido del humor que nos hace sonreír en multitud de ocasiones, entre ellas, el final.

Se trata de un buen ejemplo de la llamada literatura sentimental, digresiva, intimista y con la acción prácticamente detenida, que nos hace pensar, recordar y examinar nuestra experiencia y emociones. Una obra muy agradable y profunda, acerca de unas emociones que se comparten hasta sin querer y de forma imprudente, y otras que se guardan allá donde las personas guardamos las penas que se callan.

Excelente y recomendable lectura para estos tiempos veraniegos.

Jacobo Bergareche

Jacobo Bergareche (Londres, 1976), perteneciente a una de las familias fundadoras del grupo Vocento, es un personaje inquieto, lo que se manifiesta en su formación diversa y sus varias dedicaciones.

Empezó a estudiar Bellas Artes en Madrid, pero abandonó el empeño y se licenció en Writing, Literature and Publishing por el Emerson College (Boston). Ha sido publicista, diseñador gráfico, empresario de una productora de apps en los albores de la telefonía inteligente y actualmente, director de ficción de una productora.

Cuenta que formó parte del grupo de poetas itinerantes «Guerilla Poets», cuya misión era sacar la poesía a la calle y leer poemas en espacios públicos, desde una hamburguesería hasta un vagón de metro.

Escritor de poemas, teatro, literatura infantil y guiones para series de televisión, se estrenó en la narración larga con «Estaciones de regreso» (2019), que escribió cuatro años después del asesinato de su hermano en Luanda (Angola), lo que le supuso afrontar de nuevo su dolor para dejarlo reposar después. Tiene un blog muy recomendable: https://hombreblandengue.com/.

Publicado por Paloma Martínez.

1 comentario:

  1. Muchas gracias Antonio porque has participado generosamente en la reseña y la has mejorado considerablemente.
    Paloma

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