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viernes, 15 de enero de 2021

Historias de máscaras - Jean Lorrain

 
Título: Historias de máscaras
Autor: Jean Lorrain

Páginas: 200
 
Editorial: Abada

Precio: 16 euros

Año de edición: 2020
 
Este delicioso y perturbador volumen, publicado en 1900, reúne dieciséis relatos relacionados, de una manera u otra, con las máscaras y los disfraces. Según se dice, están escritos bajo los efectos del éter y en ellos, el autor juega con la fascinación y el misterio que produce la ambigüedad de la máscara, la única situación en la que las personas interaccionan desde el anonimato más absoluto, los conocidos se vuelven en desconocidos por arte de magia y nada es lo que parece. 

Son relatos típicos del decadentismo, ese movimiento artístico que surgió en Francia a finales del siglo XIX, a raíz de la humillación que supuso la pérdida de la Guerra franco-prusiana, que generó una sensación de final de época, desánimo cínico, dejadez y degeneración. Los decadentistas eran algo neurópatas, morfinómanos, amorales, pesimistas, extranjerizantes, incluso germanófilos y wagnerianos, en suma, artistas malditos.

Volviendo al tema de la máscara, los carnavales han propiciado asesinatos, venganzas, todo tipo de crímenes y aventuras amorosas, cubiertos bajo el anonimato que proporciona una careta y un dominó, un ropón negro amplio y con capucha que oculta toda la figura. El primer efecto es que cuando alguien se nos aproxima, no sabemos si es hombre o mujer, señora o criada, noble o plebeyo, caballero o rufián, amante o ladrón, dama o buscona, misteriosa ambigüedad.

Mi relato favorito de este libro es el titulado «Los agujeros de la máscara», una pieza de terror, tenebrosa, sencilla y eficaz, que me ha arrancado más de un escalofrío, cosa que un lector curtido en miles de lecturas siempre agradece. Pero la verdad es que todos están muy bien ejecutados; incluyen un suculento y siniestro repaso a los palcos y la platea de la ópera, una terrible escena entre carniceros, la historia de cómo en un puesto de marisco se vendían cigüeñas, alguna que otra interpelación personal («¿Quién no tiene un sapo en su vida?»), un recorrido por las máscaras de París y las de provincias, y todo un elenco de figuras misteriosas: el hombre de la pulsera, la dama de la gargantilla de perlas, el caballero del traje malva, la tríbada apodada la funeraria, la vendedora de obleas...

Un compendio de historias costumbristas de barrios poco recomendables, del mundo de la farándula y el carnaval, empapados en éter y prostitución. Historias de caretas, disfraces y espectros, en los que el otro es siempre una trampa, escritas con un lenguaje espléndido y rico en recursos, que parece modernista. Un libro extraordinario de un autor poco conocido. Muy recomendable.
 
Jean Lorrain (Fécamp, 1855-1906), cuyo verdadero nombre era Paul Alexandre Martin Duval, fué un escritor francés. Hijo de un armador, se enroló como voluntario en el cuerpo de húsares y empezó a estudiar Derecho en París, pero dejó ambas cosas para dedicarse a escribir versos.

Se instaló en Montmartre y llevó una vida bohemia y nocturna, en la que se introdujo en los círculos literarios parisinos de aquellos años. Publicó varias colecciones de poemas, artículos en prensa y una colección de retratos en el Courrier français. Fué un gran amigo de Edmond de Goncourt y de Marcel Schwob, que aparece en estos cuentos.
 
Se convirtió en un provocador famoso en la noche parisina; hacía alarde de su homosexualidad y de su pasión por los forzudos de feria. Adoptó el papel de dandy y explorador del vicio y la vulgaridad. Consiguió el reconocimiento de la crítica y el exito con sus relatos y su novela Monsieur de Bougrelon.

Marcel Proust le retó a un duelo con pistola por una injuriosa crítica a Les Plaisirs et les Jours en la que revelaba la relación sentimental entre Proust y el joven Lucien Daudet. Afortunadamente, ambos escritores salieron ilesos del lance. Viajó a España, Argelia y Venecia.

Su salud se resintió debido a una sífilis, su afición a las drogas y un problema cardíaco. Murió a los 50 años de una peritonitis, debida a un enema mal aplicado.
 
Jean Lorrain
 
Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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