Pues parece que las células emiten fotones, tal y como descubrieron primero el biólogo soviético Alexander Gurwitsch (1874-1954) en 1923 y luego el físico alemán Fritz-Albert Popp (1938-2018), que acuñó el término biofotón. Parece que son fotones de luz en el espectro visible y ultravioleta, mucho más débil de la que pueden percibir nuestros ojos, pero detectables mediante el equipamiento adecuado.
Incluso es posible que sirvan para transmitir información de unas células a otras (véanse este enlace y este otro), y quizás las neuronas se comuniquen entre só por ese mecanismo, asemñas de la ya conocida interacción electroquímica.
Lo que sí parece comprobado es que existe cierta sincronización entre la frecuencia y los patrones de emisión de las células de un organismo sano, lo cual abre una puerta a posibles métodos de diagnóstico y terapia, aunque no hay que echar a volar la imaginación demasiado pronto.
Lo que sí comprobó Popp es que las células, antes de morir, emiten una especie de canto de cisne lumínico, una luz cien veces más potente de lo habitual.
Un fenómeno bello, poético y muy sugerente. Hay quienes señalan que quizás esas emisiones tengan que ver con el concepto del chi (energía vital) en la medicina tradicional china (véase este artículo).
¿Quién sabe? Como tantas otras veces, de nuevo la realidad supera la ficción y parece llenarse de fantasía.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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