Título: Sobre la libertad
Autor: John Stuart Mill
Páginas: 208
Editorial: Akal
Precio: 9,50 euros
Año de edición: 2004
Ya me he leído el primer libro de la lista que recomendaba hace poco Fernando Savater, este sesudo, equilibrado y magnífico estudio sobre la libertad, sus límites y campo de aplicación.
Publicado en 1859, está dedicado a su querida esposa y colaboradora recientemente fallecida, Harriet Taylor, que participó en la discusión y revisión del contenido y a la que seguramente le corresponde parte de la autoría de la obra.
Este ensayo se centra en la libertad social o civil, no en otros tipos de libertad ni en el libre albedrío, y aborda con claridad y rigor lógico el tema de hasta dónde exactamente el poder legítimo que el estado ejerce sobre el individuo y hasta dónde la libertad de la persona. Autoridad y libertad son los dos grandes polos que define la dialéctica que se plantea y discute a lo largo de todo el texto.
Un planteamiento muy actual relacionado con preguntas como ¿se deben prohibir las drogas? ¿es lícito que usar el cinturón de seguridad o el caso sean obligatorios? ¿es sensato que la vacunación sea obligatoria y esté castigado no vacunar a los hijos? ¿y su educación? ¿debe estar monopolizada por el estado? ¿debe tolerarse la prostitución? ¿y la poligamia consentida? Éstas y otras cuestiones de plena actualidad se debaten y desmenuzan con paciencia, rigor y claridad de argumentos.
Mill defiende la libertad de pensamiento y expresión con convicción, sostiene que «Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano» y señala la necesidad de limitar controlar el poder del estado sobre el individuo. Realiza una crítica sosegada y bien fundamentada tanto del calvinismo como de la moral cristiana, con sus virtudes y sus defectos, cita a Humboldt, defensor del divorcio, que acuñó el concepto de autorrealización del individuo como objetivo esencial de la vida, identifica el conservadurismo y el peso de la tradición como principales causas del atraso tecnológico de Oriente, y argumenta que el estado debe dejar que las personas se encarguen de realizar lo que hacen mejor que él (como la empresa, el libre comercio) y lo que resulta educativo (como el jurado).
Nos deja además este libro ideas memorables en forma de frases realmente afortunadas: «La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien a nuestra propia manera», «Nadie es infalible y todo es discutible», «La utilidad de una opinión también es opinable», «El hombre que solo conoce su propia opniión no conoce gran cosa». E ideas de gran fuerza como «el profundo sueño de la opinión generalmente admitida» o «la necesidad de conocer en profundidad las ideas de nuestros rivales».
Está escrito en un lenguaje claro y diáfano, que se sigue fácilmente, animado por la determinación de elucidar la verdad con honestidad intelectual y en todo momento mantiene una lógica implacable. Resulta muy ameno y utiiza a menudo ejemplos y casos de la vida real.
Un ensayo extraordinario, de plena actualidad, que creo es el libro más conocido y probablemente el mejor que se ha escrito sobre la tan traída y llevada libertad del ser humano, sus límites y su relación con la libertad de los otros y con la autoridad del estado. Una obra muy sugerente, que invita a reflexionar y debatir sobre los casos que plantea, y es el fundamento de muchas ideas y conceptos que manejamos hoyen día como habituales. Todo un clásico.
John Stuart Mill (Londres, 1806-1873) fué un filósofo, político y economista inglés. Hijo del filósofo y predicador inglés James Mill (1773-1836), tuvo una infancia difícil, bajo un padre demasiado severo y atemorizador.
El pequeño John no jugó con otros niños y no supo qué era la libertad, siempre hacía lo que decía su padre. Su precocidad fué extraordinaria; a los tres años sabía el alfabeto griego y un amplio vocabulario en ese idioma, a los ocho había leído a los clásicos en su idioma original, la Historia de Inglaterra y los diálogos de Platón.
A los 20 años tuvo una depresión cuando descubrió que llevaba años reprimiendo sus sentimientos, se rebeló contra su educación y se interesó por el romanticismo y por el socialismo. Trabajó para la Compañía Británica de las Indias Orientales y fue miembro del Parlamento por el partido Liberal.
Se casó con Harriet Taylor tras 21 años de amistad, su gran compañera y colega con la que mantuvo grandes debates, la mujer que revisaba y criticaba todos sus escritos y le inspiró en la defensa de los derechos de la mujer. Cuando murió, fué sustituida en su papel de colaboradora por su hija Helen Taylor.
Positivista, utilitarista, gran lógico, feminista y liberal, es uno de los grandes filósofos del siglo XIX.
Autor: John Stuart Mill
Páginas: 208
Editorial: Akal
Precio: 9,50 euros
Año de edición: 2004
Ya me he leído el primer libro de la lista que recomendaba hace poco Fernando Savater, este sesudo, equilibrado y magnífico estudio sobre la libertad, sus límites y campo de aplicación.
Publicado en 1859, está dedicado a su querida esposa y colaboradora recientemente fallecida, Harriet Taylor, que participó en la discusión y revisión del contenido y a la que seguramente le corresponde parte de la autoría de la obra.
Este ensayo se centra en la libertad social o civil, no en otros tipos de libertad ni en el libre albedrío, y aborda con claridad y rigor lógico el tema de hasta dónde exactamente el poder legítimo que el estado ejerce sobre el individuo y hasta dónde la libertad de la persona. Autoridad y libertad son los dos grandes polos que define la dialéctica que se plantea y discute a lo largo de todo el texto.
Un planteamiento muy actual relacionado con preguntas como ¿se deben prohibir las drogas? ¿es lícito que usar el cinturón de seguridad o el caso sean obligatorios? ¿es sensato que la vacunación sea obligatoria y esté castigado no vacunar a los hijos? ¿y su educación? ¿debe estar monopolizada por el estado? ¿debe tolerarse la prostitución? ¿y la poligamia consentida? Éstas y otras cuestiones de plena actualidad se debaten y desmenuzan con paciencia, rigor y claridad de argumentos.
Mill defiende la libertad de pensamiento y expresión con convicción, sostiene que «Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano» y señala la necesidad de limitar controlar el poder del estado sobre el individuo. Realiza una crítica sosegada y bien fundamentada tanto del calvinismo como de la moral cristiana, con sus virtudes y sus defectos, cita a Humboldt, defensor del divorcio, que acuñó el concepto de autorrealización del individuo como objetivo esencial de la vida, identifica el conservadurismo y el peso de la tradición como principales causas del atraso tecnológico de Oriente, y argumenta que el estado debe dejar que las personas se encarguen de realizar lo que hacen mejor que él (como la empresa, el libre comercio) y lo que resulta educativo (como el jurado).
Nos deja además este libro ideas memorables en forma de frases realmente afortunadas: «La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien a nuestra propia manera», «Nadie es infalible y todo es discutible», «La utilidad de una opinión también es opinable», «El hombre que solo conoce su propia opniión no conoce gran cosa». E ideas de gran fuerza como «el profundo sueño de la opinión generalmente admitida» o «la necesidad de conocer en profundidad las ideas de nuestros rivales».
Está escrito en un lenguaje claro y diáfano, que se sigue fácilmente, animado por la determinación de elucidar la verdad con honestidad intelectual y en todo momento mantiene una lógica implacable. Resulta muy ameno y utiiza a menudo ejemplos y casos de la vida real.
Un ensayo extraordinario, de plena actualidad, que creo es el libro más conocido y probablemente el mejor que se ha escrito sobre la tan traída y llevada libertad del ser humano, sus límites y su relación con la libertad de los otros y con la autoridad del estado. Una obra muy sugerente, que invita a reflexionar y debatir sobre los casos que plantea, y es el fundamento de muchas ideas y conceptos que manejamos hoyen día como habituales. Todo un clásico.
John Stuart Mill con Helen Taylor, hija del primer matrimonio de su mujer Harriet
John Stuart Mill (Londres, 1806-1873) fué un filósofo, político y economista inglés. Hijo del filósofo y predicador inglés James Mill (1773-1836), tuvo una infancia difícil, bajo un padre demasiado severo y atemorizador.
El pequeño John no jugó con otros niños y no supo qué era la libertad, siempre hacía lo que decía su padre. Su precocidad fué extraordinaria; a los tres años sabía el alfabeto griego y un amplio vocabulario en ese idioma, a los ocho había leído a los clásicos en su idioma original, la Historia de Inglaterra y los diálogos de Platón.
A los 20 años tuvo una depresión cuando descubrió que llevaba años reprimiendo sus sentimientos, se rebeló contra su educación y se interesó por el romanticismo y por el socialismo. Trabajó para la Compañía Británica de las Indias Orientales y fue miembro del Parlamento por el partido Liberal.
Se casó con Harriet Taylor tras 21 años de amistad, su gran compañera y colega con la que mantuvo grandes debates, la mujer que revisaba y criticaba todos sus escritos y le inspiró en la defensa de los derechos de la mujer. Cuando murió, fué sustituida en su papel de colaboradora por su hija Helen Taylor.
Positivista, utilitarista, gran lógico, feminista y liberal, es uno de los grandes filósofos del siglo XIX.
John Stuart Mill
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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