Título: El vestido azul
Autora: Michèle Desbordes
Páginas: 146
Editorial: Periférica
Precio: 16 euros
Año de edición: 2018
Cada cierto tiempo el lector tiene la suerte de encontrar una novela realmente buena, como un tesoro hallado por casualidad entre una montaña de páginas y más páginas. Ese es el caso de «El vestido azul», un libro cuya belleza me ha sacudido y me ha dejado temblando de placer. Pero empecemos por el principio.
Dashiell Hammet cuenta las cosas tan directamente y tan deprisa que a veces las neuronas que leen llegan al final de la frase, antes de que las neuronas que se dan cuenta de lo que pasa y se identifican con los personajes sean conscientes de que les han pegado un tiro o un puñetazo en el estómago. El efecto es tremendo. La literatura de lo directo. La acción a todo trapo. Cuando hay mucho movimiento, queda muy bien.
Y hay otros autores que explotan con sabiduría la magia de decir las cosas indirectamente, por medio de largas digresiones que van dando vueltas alrededor de lo que quieren decir, sin llegar a mencionarlo nunca directamente, mediante frases muy largas que se detienen en lo aparentemente circunstancial. Proust y otros artistas del circunloquio, envuelven al lector, ocupan su mente con multitud de detalles y lo embarcan en un largo viaje hasta su terreno, lo transportan a otro sitio, detienen casi la acción y le hacen sentir algo, o al menos evocan el recuerdo o la sensación de un sentimiento.
Bryce Echenique llama a esa manera de escribir literatura sentimental y este texto es un buen ejemplo. Publicado en francés en el 2007 y ahora en español por primera vez, no se entiende porque han pasado once años para que se traduzca al castellano.
Es una novela intensa, que cuenta la historia de Camille Claudel, la hermana del poeta Paul Claudel, el católico, al que de niña estaba muy unida, la escultora que fué durante algunos años amante, colaboradora íntima y modelo del gran Auguste Rodin. La mujer que fué diosa, venus, heroína y arquetipo para uno de los genios de la escultura, que llenó sus figuras con su cuerpo y su cara, iluminándolas de ternura durante una época. Ella tenía diecinueve años y él, cuarenta y tres.
Camille Claudel trabajando en su taller
Ella era también una gran escultora y su amor, clandestino. Ella fué rechazada por su familia y señalada por posar desnuda para un hombre casado, pero ellos estaban ferozmente enamorados y les daba todo igual. Pero entonces se relacionó sentimentalmente a Rodin con otra mujer y Camille le abandonó bruscamente, se encerró en sí misma, acabó teniendo una crisis y siendo internada en el manicomio de Montdesvergues, de donde ya no salió en treinta años, a pesar de su recuperación. En esas tres décadas, su hermano Paul la visitó siete veces; ella tenía la costumbre de pasar horas sentada en una silla esperando su visita.
Camille Claudel, ya mayor, esperando a Paul
La historia es impresionante, profunda, llena de matices, pero en vez de contarla linealmente y escribir una novela clásica, Desbordes se centra en esas horas de espera en las que una mujer envejece sentada en una silla cerca de la puerta, esperando una visita y comienza a evocar, a imaginar, a recordar... y lo hace tan bien que levanta una obra formidable, emocionante y bellísima, lírica y delicada, rematada de manera genial. Una verdadera maravilla. y un libro entre un millón. Una obra sensacional que os recomiendo que leáis, a ver qué os parece la literatura sentimental. Tiene su punto.
Michèle Desbordes (Saint-Cyr-en-Val, 1940-2006) fué una escritora y bibliotecaria francesa, famosa por un libro sobre Leonardo Da Vinci, titulado La Demande, que ha resultado multipremiado.
Después de estudiar Literatura en la Universidad de la Sorbona, fué bibliotecaria en varias universidades y finalmente fué nombrada en 1994 Directora de la Biblioteca de la Universidad de Orléans. Ha publicado poesía y narrativa.
Michèle Desbordes
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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