¿Quién es ese señor de la foto, con gafas antiguas y tan bien barbado? ¿lo conocéis? ¿no? Pues se trata de José Echegaray (Madrid, 1832-1916), ingeniero, político, matemático y dramaturgo. Una rara combinación y una persona de esas que parece que se ponga a hacer lo que se ponga, todo se le da bien.
Su padre era médico y profesor de instituto, y él, chico prodigio porque a los 20 años tenía ya el título de Ingeniero de Caminos. Lector compulsivo desde muy joven, alternaba la lectura de Goethe, Homero y Balzac con la de grandes matemáticos, su otra gran pasión, como Gauss, Legendre y Lagrange.
A los 22 años comenzó a dar clase en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid de varias asignaturas de Física y Matemáticas, mientras llevaba además la Secretaría del centro. Introdujo en España la geometría de Chasles, la teoría de grupos de Galois y las funciones elípticas. Escribió más de 25 libros técnicos y fué el matemático español más grande del siglo XIX.
Fué además uno de los fundadores del Partido Radical, Director General de Obras Públicas, Ministro de Fomento en dos ocasiones, Ministro de Hacienda en tres y senador vitalicio.
Pero es curioso que además, escribió 67 obras de teatro, de las que 34 eran en verso, con gran éxito de crítico y público. Como autor no fué muy valorado por la generación del 98, pero despertó el entusiasmo de autores como Bernard Shaw y Pirandello, y sus obras triunfaron en toda Europa.
En 1904 le concedieron el Premio Nobel de Literatura, con lo que se convirtió en el primer español en obtener un premio de la academia sueca. Los de más edad, recordaréis que su imagen aparecía en los antiguos billetes de mil pesetas.
Pues bien, como fué de todo, también fué miembro de la Real Academia Española durante 22 años y de la Real Sociedad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En esta prestigiosa institución, leyó un discurso titulado «Historia de las matemáticas puras en nuestra España», que fué polémico por ser muy crítico, negativo y por tener alguna que otra laguna. En el enlace de más abajo podéis leerlo.
Tenía solo 32 años y quizás se dejó llevar por el apasionamiento, pero es un texto muy curioso de un gran matemático que ganó el Nobel por sus obras de teatro.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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