Título: 21 gramos
Autor: Guillermo Arriaga
Páginas: 247
Páginas: 247
Editorial: Belacqua
Precio: 7 euros
Año de edición: 2007
«¿Cuántas vidas vívimos? ¿Cuántas veces morimos? Dicen que todos perdemos 21 gramos en el momento exacto de la muerte, todos. ¿Cuánto cabe en 21 gramos? El peso de 5 monedas de 5 centavos, el peso de un colibrí, de una chocolatina. ¿Cuánto pesan 21 gramos?»
Así arranca «21 gramos», la brillante película dirigida en el 2003 por Alejandro González Iñárritu y protagonizada por Sean Penn, Benicio del Toro y Naomi Watts. Un enorme largometraje que me hizo disfrutar durante dos horas y cuyo guión, que se puede leer como si fuera una novela, funciona de maravilla.
Buena parte del mérito y las cualidades de esa cinta esán en ese texto, inteligente, sensible y ajustado como la maquinaria de un reloj suizo. Cuenta las historias cruzadas de tres personajes, con continuos saltos en el tiempo hacia delante y hacia atrás en los que siempre hay un detalle, introducido con naturalidad, que hace que el lector o espectador no se pierda y ubique el fragmento de la acción perfectamente.
Curiosamente, la línea argumental progresa hacia atrás en el tiempo, no hacia delante, acercándose a un accidente de tráfico que ha cambiado dramáticamente la vida de los tres protagonistas. Uno se va haciendo, poco a poco y sin querer, una idea de cómo ha sido ese terrible accidente y cuando llega el momento crucial, el desenlace y a la vez el inicio de la trama, resulta que todo sucede de modo completamente diferente a como uno había imaginado.
Así se simboliza y representa lo inesperado de la vida, algo que sucede ante nuestros ojos, que parece muy sencillo y sin embargo no sabemos entender, nos sorprende continuamente y nos gana cada día por la mano. La vida y la muerte, el tiempo y el pasado, el azar y el destino, y sobre todo, la fragilidad de nuestra existencia simbolizada en esos misteriosos 21 gramos del título, son los temas que corteja esta historia poética y mágica, fascinante y terrible, bella y punzante a la vez.
La cifra procede de un experimento que realizó a principios del siglo XX, en 1901, el médico estadounidense Duncan MacDougall para tratar de encontrar la masa del alma. Para ello, situó a seis enfermos agonizantes con cama y todo en una báscula industrial de alta precisión y encontró que en el momento de fallecer perdían tres cuartos de onza, es decir, veintiún gramos. El experimento ha sido polémico y muy controvertido, pero esa cantidad quedó instalada en el imaginario colectivo y ha sido citada en libros, poesías, ensayos y todo tipo de obras como el peso de la existencia.
Volviendo al libro, resulta sensacional y muy sugerente. Está empapado de sensibilidad y poesía, en una mezcla curiosa y agridulce que apunta continuamente a ideas y cosas que se sitúan un paso más allá de lo que puede expresar el lenguaje.
Como siempre, recomiendo en este caso seguir a ser posible la «receta cinematográfica»: primero ver la película, dejarla reposar un tiempo hasta que se olviden algunos detalles y luego leer el libro. Naturalmente, si ya habéis visto el film, os podéis saltar el primer paso. Ya veréis cómo disfrutáis.
«¿Cuántas vidas vívimos? ¿Cuántas veces morimos? Dicen que todos perdemos 21 gramos en el momento exacto de la muerte, todos. ¿Cuánto cabe en 21 gramos? El peso de 5 monedas de 5 centavos, el peso de un colibrí, de una chocolatina. ¿Cuánto pesan 21 gramos?»
Así arranca «21 gramos», la brillante película dirigida en el 2003 por Alejandro González Iñárritu y protagonizada por Sean Penn, Benicio del Toro y Naomi Watts. Un enorme largometraje que me hizo disfrutar durante dos horas y cuyo guión, que se puede leer como si fuera una novela, funciona de maravilla.
Buena parte del mérito y las cualidades de esa cinta esán en ese texto, inteligente, sensible y ajustado como la maquinaria de un reloj suizo. Cuenta las historias cruzadas de tres personajes, con continuos saltos en el tiempo hacia delante y hacia atrás en los que siempre hay un detalle, introducido con naturalidad, que hace que el lector o espectador no se pierda y ubique el fragmento de la acción perfectamente.
Curiosamente, la línea argumental progresa hacia atrás en el tiempo, no hacia delante, acercándose a un accidente de tráfico que ha cambiado dramáticamente la vida de los tres protagonistas. Uno se va haciendo, poco a poco y sin querer, una idea de cómo ha sido ese terrible accidente y cuando llega el momento crucial, el desenlace y a la vez el inicio de la trama, resulta que todo sucede de modo completamente diferente a como uno había imaginado.
Así se simboliza y representa lo inesperado de la vida, algo que sucede ante nuestros ojos, que parece muy sencillo y sin embargo no sabemos entender, nos sorprende continuamente y nos gana cada día por la mano. La vida y la muerte, el tiempo y el pasado, el azar y el destino, y sobre todo, la fragilidad de nuestra existencia simbolizada en esos misteriosos 21 gramos del título, son los temas que corteja esta historia poética y mágica, fascinante y terrible, bella y punzante a la vez.
La cifra procede de un experimento que realizó a principios del siglo XX, en 1901, el médico estadounidense Duncan MacDougall para tratar de encontrar la masa del alma. Para ello, situó a seis enfermos agonizantes con cama y todo en una báscula industrial de alta precisión y encontró que en el momento de fallecer perdían tres cuartos de onza, es decir, veintiún gramos. El experimento ha sido polémico y muy controvertido, pero esa cantidad quedó instalada en el imaginario colectivo y ha sido citada en libros, poesías, ensayos y todo tipo de obras como el peso de la existencia.
Volviendo al libro, resulta sensacional y muy sugerente. Está empapado de sensibilidad y poesía, en una mezcla curiosa y agridulce que apunta continuamente a ideas y cosas que se sitúan un paso más allá de lo que puede expresar el lenguaje.
Como siempre, recomiendo en este caso seguir a ser posible la «receta cinematográfica»: primero ver la película, dejarla reposar un tiempo hasta que se olviden algunos detalles y luego leer el libro. Naturalmente, si ya habéis visto el film, os podéis saltar el primer paso. Ya veréis cómo disfrutáis.
Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1984), escritor, guionista y cineasta, es el responsable de los guiones de las tres primeras películas de Alejandro González Iñárritu, en miopinión las mejores.
Nació en un barrio tranquilo de Ciudad de México pero, cuando era niño, como consecuencia de una brutal pelea callejera perdió el sentido del olfato, lo que marcó su vida y le inspiró para escribir muchas de sus historias. Ha vivido y convivido con la violencia desde pequeño, pero como se suele decir por allá repite que «puede ser que yo haya salido de la calle, pero la calle no ha salido de mí».
Le gusta la caza y se define a sí mismo como un cazador que escribe, como Delibes.
Estudió Ciencias de la Comunicación y un Máster en Historia en la Universidad Iberoamericana.
Guillermo Arrriaga
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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