Título: Cartas filosóficas
Autor: Voltaire
Páginas: 250
Editorial: Alianza
Precio: 7,90 euros
Año de edición: 1998
No viene nada mal leer de vez en cuado un poco de filosofía, sobre todo si es uno de los títulos más conocidos de un pensador de la talla de Voltaire y un libro tan ameno y fácil de leer como estas cartas filosóficas, que dirigió a sus lectores.
Parece que tuvo la idea de escribir un libro así, y probablemente escribió borradores, durante su estancia en Inglaterra, entre 1727 y 1728, para luego publicarlo en 1734, siguiendo la tradición de los escritores que contemplan a su patria con más objetividad desde el exranjero y le dedican un libro epistolar al tema como las «Cartas marruecas» de José Cadalso o las «Cartas persas» de Montesquieu.
Son en total 25 cartas, 25 misivas cortas de dos o tres páginas, incisivas, escuetas, llenas de ironía, humor y a veces sarcasmos, pero siempre lúcidas y penetrantes. Abordan todo tipo de temas, pasando de unos a otros con ligereza y agilidad mental, y al mismo tiempo, con un claridad de ideas envidiable: tolerancia, imperio de la razón, separación de iglesia y Estado, parlamentarismo, elogio del método científico... todo el discurso de los enciclopedistas.
Trata temas de actualidad en aquella época: las creencias de los cuáqueros, la democracia británica, la utilidad de algo muy similar a la vacunación contra la viruela (42 años antes de que Edward Jenner inventase las vacunas), la filosofía experimental de Francis Bacon, el pensamento de Locke, la noción de alma, la figura de Newton, el método de Descartes, la obra de Pope y muchos otros temas que sirven para conocer al gran Voltaire, al polemista imbatible.
El estilo, ameno y desenfadado, pero a la vez produndo y basado en sólidas ideas, recuerda la manera de escribir de Fernando Savater, o mejor dicho, se nota en Savater la influencia del modo de pensar, presentar los argumentos y redactar del genial francés. El libro cuenta además con una buena introducción y algunas notasmuy esclarecedoras del filósofo donostiarra.
Un excelente introducción a un pensador originalísimo, cuyas ideas todavía están vigentes. Leyéndolo, sorprende su radical modernidad y es que la Ilustración sigue siendo una revolución por hacer y su programa todavía sigue siendo válido para definir un horizonte al que aspirar.
François-Marie Arouet (París, 1694-1778), más conocido como Voltaire, fué un filósofo, abogado, historiador y escritor francés, una de las figuras más importantes del llamado siglo de las luces.
Fué el menor de los cinco hijos de un notario y una dama de la nobleza, que falleció cuando él tenía siete años. Estudió latin y griego en un colegio jesuita y luego Derecho en la universidad. A los 12 años escribió una tragedia y parece que desde joven tuvo muchos lances amorosos. Su padrino le introdujo en una sociedad libertina, recibió una cuantiosa herencia de una cotesana con la que no tenia ningún parentesco y perdió algún que otro trabajo por tener un idilio con quién no debía.
Estuvo dos veces encerrado en la La Bastilla, dos estancias que empleó en estudiar literatura, una por escribir una sátira sobre el Duque de Orléans y otra por enfrentarse con un noble con motivo de cierta dama. entra tanto estrenó varias obras de teatro, como un exitoso Edipo. Finalmente consiguió cambiar la cárcel por el destierro y tuvo que irse a vivir a Londres.
Allí su pensamiento sufrió una evolución muy notable al conocer a Newton y a Locke. Al volver a Francia era ya el paladín de la tolerancia y la liberta de pensamiento que conocemos. Vivió con Émilie du Châtelet una larga relación amorosa, en el castillo de la dama, hasta que la pobre murió.
Estuvo en Berlín invitado por Federico II el Grande, en Ginebra y finalmente en París, cambiando de país cada vez que sus escritos provocaban el escándalo y era invitado a cambiar de aires. Nos dejó medio centenar de obras, entre novelas filosóficas, cuentos, ensayos, libros de historia y tragedias, y uno de las maneras de pensar más lúcidas y desposeídas de todo tipo de prejuicios. Un grande.
Voltaire
Publicado por Antonio F. Rodríguez.