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miércoles, 15 de febrero de 2017

Finnegans Wake - James Joyce


Título: Finnegans Wake 
Autor: James Joyce

Páginas: 640

Editorial: Cuenco de plata

Precio: 33 euros
 
Año de edición: 2016 

Hace algunos años conseguí leer el «Ulises» de Joyce (en otra ocasión contaré la experiencia) y creía que ya había logrado el gran reto, acabar el libro más experimental y difícil, el Everest de la literatura. Pero no era así, no era  consicente de que el mismo autor había escrito otra novela aún más atrevida e innovadora, en la que invirtió 17 años de trabajo. Resulta que era sólo el K2 y me quedaba por conquistar una montaña de letras más empinada todavía. 

Escrita entre 1922 y 1939, en París y publicada sólo dos años antes de su muerte, es una novela cómica y curiosamente circular, porque acaba igual que empieza, la primera frase es el final de la última, en una escena que describe el velatorio de Finnegan, un albañil muerto en un accidente de trabajo que resucita al caer encima del cadáver unas gotas de whisky. El título tiene su punto, porque Finnegans Wake quiere decir «el velatorio de Finnegan», pero también «el despertar de Finnegan», y si queréis que os lo resuma, os puedo decir que el albañil renace como un tal Humphrey Chimpden Earwicker (HCE) y a partir de ahí se cuentan una serie de líos entre los miembros de la familia Earwicker. 

Tengo que confesar que he ascendido este ochomil legendario con oxígeno, es decir con la ayuda del resumen que se encuentra en esta entrada de la Wikipedia. El método consiste en leer primero el argumento de cada capítulo antes de hincarle el diente, para no perder el hilo demasiado durante la lectura. 

A pesar de eso, este texto es alucinante y más de una vez me ha entrado la risa floja y he acabado tronchándome de mí mismo porque no me estaba enterando de nada. Es un libro duro de leer de verdad, un verdadero galimatías que utiliza palabras de otros idiomas, juegos de palabras multilingües, calambures (auto matizado), mezcla varios términos en uno (adulescencia, adolescencia y adular; purpular, popular y púrpura; nacesorio, necesario y naciente), altera la separación entra palabras para formar otras nuevas (unaparte, quenel, aldul cehog arvoy), usa el monólogo interior, por supuesto, y está lleno de alusiones literarias, asociaciones libres, latines, onomatopeyas, en fin, que no sigue absolutamente ninguna regla. Véase como muestra dos fragmentos de los que mejor se entienden: 

«... guerrean amando, aman riendo, ríen llorando, lloran oliendo, huelen sonriendo, sonríen odiando, odian pensando, piensan sintiendo, sienten tentando, tientan osando, osan esperando, esperan tomando, toman agradeciendo, agradecen buscando,,,» 

«La compostura corporal de Shem, parece, incluía una azuela de calavera, un octavo de ojalondra, rotoda una nariz, un brazo tullido manga arriba, cuarentidós pelos de su incorona, dieciocho de su labio postizo, un trío de barbeles de su mentón megageg (hijo de somorrana)...» 

No quiero ni pensar cómo corregía las pruebas de imprenta. Como véis, un verdadero lío que he sufrido como he podido, a ratos disfrutando cuando he encontrado un remanso de belleza, malabarismos que se podían entender o fragmentos en los que las frases tenían un ritmo y una melodía estupendos. Muchas veces me he perdido, me he cansado, lo he dejado para leer algo más fácil y luego he vuelto, he hecho lectura rápida de los capítulos más ininteligibles...me ha llevado más de un mes a tiempo parcial, pero al final me lo he acabado. 

No había traducción al español completa, solo algunos fragmentos, un resumen y el primer capítulo, hasta que al argentino Marcelo Zabaloy se le ocurrió darse el gustazo de traducirlo al castellano, en un texto sin notas a pié de página, después de haber hecho lo mismo con el Ulises. Zabaloy, un exinstalador de redes informáticas de 59 años, ajeno al mundo literario y autodidacta, ha invertido siete años, que me parecen pocos, los tres últimos a tiempo completo, buscando equivalentes en castellano a este texto mítico y durísimo de roer de más de 250 000 palabras. 

Para ello se ha ayudado de las 14 000 notas que escribió Joyce intentando explicar su libro, a la vez que lo iba escribiendo, y la base de datos de más de 84 000 notas que han escrito críticos y estudiosos tratando de aclarar el texto. Académicos y especialistas han alabado la traducción y la verdad, es que me parece una heroicidad. Para más información sobre la traducción, léase esta entrevista.

El libro más arriesgado, oscuro y dificil de uno de los genios que más jugó con el lenguaje, un texto muy duro y difícil de leer, pero que también resulta curiosísimo conocer. Un reto para cualquier tragalibros que se precie. Acabarlo supone ingresar en un selecto club, como el de los que han dado la vuelta al mundo en solitario, han coronado el Everest o han pisado el Polo Norte. Si os gusta de verdad leer, vale la pena, al menos una vez en la vida abrir el «Finnegans Wake», empezar a leer y ver qué pasa.

Marcelo Zabaloy, un monstruo

James Joyce (Dublín, 1882-1941) fué un escritor irlandés, aclamado como uno de los mejores y más influyentes novelistas del siglo XX. Innovador, original y atrevido, es el paradigma del escritor de vanguardia que rompe con toda la tradición, crea formas completamente nuevas, adelanta a todos por la derecha, demuestra un dominio del lenguaje asombroso y además, resulta que gusta lo que hace. Un genio.

Nació en una familia muy católica de clase media y diez hermanos. Estudió en los jesuitas y luego en el University College de Dublín inglés, francés e italiano. Fué un estudiante muy brillante, pero introvertido y difícil, y un lector precoz, atento y ávido. En 1903 se instaló en París para estudiar Medicina, pero la ruina de la familia y la enfermedad de su madre le hicieron volver a Dublín. Sobrevivió ejerciendo varios oficios, cantando, ya que era un consumado tenor, y bebiendo desaforadamente.

Deambuló por Zúrich, Pula, Trieste, Roma como profesor de idiomas. En 1914 publicó su primer libro importante, «Dublineses», un volumen de relatos y en 1922 su gran obra, el «Ulises», después de cerca de 14 años trabajando en él, una obra que nada más publicarse fué acogida con entusiasmo como una obra maestra por la crítica y los escritores de la época.

Su mujer pensaba de él que era un borracho maniático y un desastre que no valía para nada. Nunca supo que estaba casada con uno de los grandes genios de la literatura. 

James Joyce

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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