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domingo, 26 de junio de 2016

Beatus ille

https://es.wikipedia.org/wiki/Fray_Luis_de_Le%C3%B3n
Fray Luis de León (Francisco Pacheco, hacia 1599)

Os parece que vamos a tener una jornada tranquila y pacífica en España. Ya sabéis que es jornada electoral, reinará la calma y el sosiego, por un  día podremos descansar de mítines, discuiones disfrazadas de debates electorales, ruido mediático y declaraciones bochornosas. Por un día, muchos parecerán inteligentes porque estarán callados hasta la noche.

Eso me recuerda un tema clásico de la poesía de todos los tiempos: el elogio de la vida retirada cercana a la naturaleza y por lo tanto contemplativa y calmada. El modelo clásico es el poema del romano Horacio (65-8 a. C.)  que comienza diciendo Beatus ille qui procul negotiis... (Dichoso aquel que lejos de los negocios...).

Y uno de los mejores ejemplos escritos sobre ese tema son los versos «A la vida retirada» de Fray Luis de León:


A la vida retirada

¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal rüido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.

No cura si la Fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento,
si soy del vano dedo señalado;
si en busca deste viento
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh, secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso, no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso rüido,
que del oro y del cetro pone olvido.

Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna; al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada
me baste; y la vajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.
 
Llaman la atención la modenidad y la cercanía de algunas estrofas, a pesar de estar escritas hace más cuatro siglos y la delicadeza lírica e intimista de estos versos, que todavía emocionan. Una maravilla. También da que pensar la actualidad del mensaje, la felicidad y la paz que da la vida en el campo y cultivar un huerto. Parece que ecologistas y horticultores autosuficientes tienen aquí antecedentes que se hunden en el pasado lejano.

En fin, son recuerdos que nos quedan a la gente de mi generación que tuvimos que aprendernos poesías de memoría y todavía alguna estrofa permanece en los rincones del cerebro. Era un sistema de educación muy memorístico, en el que no cabían la discrepancia, el intercambio de ideas y la discusión, es verdad, pero que los sucesivos desastres educativos que han venido después han hecho bueno, o al menos no tan malo y hasta preferible.

Bueno, que me estoy alrgando, os dejo esta poesía que siempre me ha gustado mucho y un enlace de la Biblioteca Cervantes donde podéis leer más poesías de este famoso renacentista español. Que no viene nada mal bucear de vez en cuando en los clásicos y averigüar porqué están tan valorados. Que tengáis un feliz y tranquilo domingo.

Aula Fray de León, en la Universidad de Salamanca

Fray Luis de León (Belmonte, 1527-1591) poeta, humanista y fraile agustino, es uno de los autores más relevantes del Renacimiento español. Era el mayor de una familia de seis hijos y sus padres eran ambos descendientes de judíos conversos. HIjo de abogado, a los catorce años se hizo fraile agustino, en Salamanca, estudió filosofía y teología, consiguió la cátedra Santo Tomás de esa universidad en 1561 y más tarde la cátedra de la Sagrada Escritura.

Fué profesor de San Juan de la Cruz (1542-1591) el gran poeta místico. Denunciado por sus propios compañeros en la universidad, pasó dos años en la cárcel por traducir parte de la Biblia a la lengua vulgar sin licencia, concretamente su famosa versión de «El cantar de los cantares»

Es conocida la anécdota de que al volver a las aulas, en su primer día de clase ante un auditorio abarrotado y expectante a ver si comentaba algo de lo ocurrido, empezó sencillamente diciendo «Cómo decíamos ayer...», frase que luego repitió Miguel de Unamuno en circunstancias similares y en la misma universidad.

Murió en Madrigal de las Altas Torres cuando estaba preparando una biografía de Santa Teresa de Jesús, a la que admiraba tanto que intentó ingresar en su orden.

Estatua de Fray Luis de León en Salmanca

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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