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domingo, 12 de julio de 2015

Martillo de brujas - Heinrich Kramer y Jacob Sprenger

 Portada de la edición de 1669 

El «Martillo de brujas» (Malleus Maleficarum en latín) es una obra publicada en 1486 y escrita por Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, dos inquisidores centroeuropeos, por encargo del Papa Inocencio VIII (1432-1492). Se trata de un refrito de otros libros y escritos, ampliado y comentado hasta formar una amplia recopilación en 203 páginas sin ilustraciones de métodos y técnicas para luchar contra las brujas. Incluye estremecedoras instrucciones y consejos sobre cómo identificarlas, procesarlas,  interrogarlas, torturarlas y castigarlas. Uno de los libros más espantosos que se han escrito.

Su contenido no se ajustaba a la demonología escolástica y una vez escrito, no resultó del agrado de Su Santidad. Sin embargo, tuvo un éxito arrollador, se convirtió en el manual de todo buen inquisidor y fué un superventas en Europa durante los siglos XVI y XVII, solo superado por La Biblia.

Corrían tiempos oscuros y difíciles, en los que se hizo popular el afán de perseguir y desenmascarar brujas (casi nunca eran brujos), personas que habían pactado con el diablo obtener poderes, dañar al prójimo y propagar la herejía. Sus ecos todavía llegan a nuestros días con esa expresión tan tenebrosa, «caza de brujas», que tiene su origen en aquella época. Volviendo al libro, los principios en los que se basa producen vértigo y causan espanto. 

Por ejemplo, si una mujer es denunciada, ya por eso era considerada culpable al menos de causar escándalo y tener mala fama. Otra idea: se la sometía a tortura y si después de unas cuantas sesiones confesaba ser bruja, su testimono era definitivo; pero si no confesaba, la insensibilidad al dolor era una de las pruebas de estar poseída, así que era igualmente culpable. O el maravilloso planteamiento según el cual el testimonio del esposo, hijos o familiares no era válido si la defendían, porque se suponía que podían estar encantados por la bruja, pero sí que lo era cuando la acusaban de brujería. 

Las pruebas periciales eran de lo más curioso. Una consistía en la búsqueda de la marca del demonio. Se desnudaba completamente a la victima y se pinchaban con un alfiler todos los granos, señales, verrugas y marcas de la piel. SI alguna de ellas no sangraba o no dolía, es que era la marce del diablo y la bruja estaba perdida. La historia solía acabar sí o sí con la quema de la acusada en la plaza pública. 

El texto rebosa misoginia, porque naturalmente, la mujer tiene un intelecto más débil que el hombre y es más proclive a sucumbir ante los ataques del maligno. Y no está exento de una morbosa obsesión por el sexo, porque no se explica si no el que se dediquen varias páginas a describir el acoplamiento de las brujas con el diablo y cómo obtienían placer en ello.

En fin, un compendio espantoso de crueldad, supersticiones y fanatismo, que puede ser útil como continuo contraejemplo de lo que debe ser un Estado de derecho, para recordar que no hace tanto los talibanes éramos los europeos y como muestra de hasta dónde es capaz de llegar el ser humano. Por otro lado, no deja de ser tan curioso como profundamente triste lo machacada que está y ha estado la mujer en un buen número de sociedades y épocas. Terrible. La conclusión lógica es que debemos vigilarnos de cerca a nosotros mismos porque, desde luego si se lee este libro con un poco de atención se llega al convencimiento de que los humanos no somos gente de fiar.

Si os interesa, aquí tenéis el texto completo en formato pdf y dividido en dos partes, parte I y parte II, en una curiosa traducción titulada «El martillo de los brujos».

El aquelarre (1823) de Francisco de Goya

Heinrich Kramer nació en Sélestat, ciudad de la baja Alsacia al sudeste de Estrasburgo, y a muy temprana edad ingresó en la Orden de Santo Domingo. Más tarde fue nombrado Prior de la Casa Dominica de su ciudad natal. Fue predicador general y maestro de teología sagrada. Antes de 1474 fue designado Inquisidor para el Tirol, Salzburgo, Bohemia y Moravia.

Jakob Sprenger nació en Basilea (Suiza), ingresó como novicio en la Casa Dominica en 1452, se graduó de maestro en teología y fue designado Prior y Regente de estudios del convento de Colonia. En 1480 fue designado decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia y en 1488 fue designado Provincial de toda la provincia alemana.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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