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lunes, 10 de marzo de 2014

El gallego y su cuadrilla - Camilo José Cela


Título: El gallego y su cuadrilla
Autor: Camilo José Cela
 
Páginas: 296
 
Editorial: Destino

Precio: 5,99 euros

Año de edición: 1989 (6ª edición)


Estos apuntes carpetovetónicos, tomados al natural de la España de los años 40, una España más gris que negra, con cierto desaliño en el estilo, contienen, en mi opinión, una parte muy importante del escritor en que luego se convertiría Cela. A veces las primeras obras dicen mucho de un autor y parece que aquí vemos al autor gallego en estado puro, sin artificios, escribiendo con un descuido engañoso, porque es un libro estupendo en su naturalidad.

Se compone de 64 piezas, organizadas en seis apartados, la descansada vida campestre, las bellas artes, el gran pañuelo del mundo, doce fotografías al minuto, análisis de sangre  y el coleccionista de apodos, que describen los pueblos pobres y atrasados, tremendos y oscuros, de la España de alpargata y boina, de toros y tintorro, de rebotica y baile en la plaza.

Un caleidoscopio de colores no muy brillantes, que no resulta deprimente sino rico en sabores y matices, gracias a la pluma del autor. Tontos, posesos, arbitristas, toreros, campesinos, mangantes, coleccionistas de petacas, buscavidas, manicuras, verdugos y criminales danzan por estas páginas para componer un retrato profundo y ajustado de la época. Mejor que un documental de la 2. 

El libro se publicó por primera vez en 1949, compuesto sólo por veintiún apuntes y al asequible precio de tres duros (quince pesetas). Fué creciendo en posteriores ediciones y alzanzó su versión definitiva en la de 1958 en la colección Áncora y delfín de la editorial Destino, con una ilustración en la portada muy acorde con el texto, que recuerda los cuadros de Solana.

 
Edición de 1958

Una obra espléndida en su aparente imperfección, bosquejo de la España árida, que captura su atmósfera con fidelidad, editada a partir de artículos y textos publicados en prensa en la mayoría de los casos. Una crónica de otro tiempo (unos setenta años han pasado ya ¡qué barbaridad!), que nos cuenta cómo éramos anteayer. Imprescindible.

Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916-2002) es el gran escritor de la posguerra española, prolífico, innovador y creativo. Su familia paterna era gallega y de larga genealogía, un antepasado suyo murió luchando a la Beltraneja en contra de Isabel la Católica, mientras que su madre era descendiente de piratas ingleses y políticos italianos. 
     
Su padre era funcionario de aduanas y bastante inquieto, Cela pasó la infancia en Tuy, Padrón, Londres, Barcelona y Vigo. Cuando tenía 9 años, su familia se instaló en Madrid, estudió en colegios religiosos, empezó Medicina, lo dejó, tuvo un parón de tres años debido a la Guerra Civil, en la que estuvo en los las dos zonas, luego empezó Derecho y después de cuatro años, lo dejó. Entro como escribiente en el Sindicato Textil Nacional y allí escribió «La familia de Pascual Duarte», el primer libro que publicó, un auténtico bombazo.

Aprovechó el reposo obligado por una tuberculosis para leer las obras completas de Ortega y Gasset y la biblioteca entera del sanatorio. Luego comenzó a ganar premios literarios uno tras otro, a colaborar en un buen número de periódicos y, aunque esto no se menciona mucho, también trabajó para la censura durante dos años. En 1956 fundó en Mallorca la revista literaria «Papeles de Son Armadans», con José Manuel Caballero Bonald como secretario, abierta a escritores exiliados en el extranjero, y en 1957 ingresó en la Real Academia Española.

Ya hemos hablado aquí de uno de sus últimos libros, la «Mazurca para dos muertos», con lo que hemos dado una pincelada de su trayectoria con una de su primeras obras y una de las escritas al final de su vida.

Escritor muy largo, con un gran dominio del lenguaje, enraizado en la cultura popular española, innovador y experimental en sus últimos años, ganó en 1989 el Premio Nobel de Literatura y en 1995 el Premio Cervantes. Se dice que sus últimas palabras fueron ¡Viva Iria Flavia!

Camilo José Cela

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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