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viernes, 13 de septiembre de 2024

Las noches lúgubres - Alfonso Sastre

Título: Las noches lúgubres                                                                                                  Autor: Alfonso Sastre

Páginas: 379

Editorial: Hiru Argitaletxea
 
Precio: 15 euros 

Año de edición: 1998

Este es un libro de relatos insólito, algo olvidado y que debería recuperarse cuanto antes por su gran calidad literaria. El controvertido dramaturgo Alfonso Sastre publicó en 1963 Las noches lúgubres, título evocador del clásico dieciochesco de José Cadalso, precursor del romanticismo. Las nuevas noches lúgubres critican ferozmente la sociedad española de principios de los años 60. Pleno franquismo. Los tímidos aires del desarrollismo se estancan en los suburbios madrileños. Chabolas al lado de un arroyo maloliente. Callejuelas polvorientas. Figuras tristes que rebuscan entre las montañas de basura. Nubes de niños sucios. Rebaños de cabras. Merenderos siniestros. Bares grasientos. Una estepa desnuda de un amarillo sucio. Un mundo agrio y desesperanzado que describieron Baroja, Barea, Antonio Ferres o Martín-Santos. Perfecto escenario para las truculentas historias de Alfonso Sastre.

En Las noches del espíritu santo un escritor aficionado a visitar los barrios bajos madrileños se encuentra con un caso de vampirismo. Amalia y Zarco viven en la miseria y venden su sangre para sobrevivir. Amalia es una vieja con dentadura postiza. Llama la atención el largo de sus colmillos. Zarco llevaba bandejas de fruta hasta que enfermó. Viven en una casucha. Tienen un hijo deforme llamado Isaías. De Amalia se cuentan en el barrio historias raras. Dicen que murió en 1915. Así que Amalia sería una vampira oriunda de Murcia. Además, un individuo de origen húngaro revolotea por el barrio entregado a extraños menesteres. Cierto periodista se ocupará de investigar el embrollo. El resultado es una estupenda historia de vampiros reales o imaginarios que rondan por las afueras matritenses como si se tratara de los Cárpatos. Sastre aprovecha para ajustar cuentas con los vampiros sociales, verdaderos succionadores de la vida ajena. El relato, de gracia desgarrada, tiene una fuerza plástica digna del pincel de Solana.   

Delirium nos traslada a la Alemania de 1953. Un matrimonio de paleontólogos se pierde en la carretera. Llega a un extraño lugar cubierto de niebla. Noche y niebla («Nacht und Nebel»: así desaparecían las víctimas del terror nazi). Un insólito doctor aparece tres veces. En una isla se levanta un sanatorio. El ambiente es pesadillesco. Los muertos están vivos y los vivos no saben si están muertos o siguen vivos. El matrimonio consigue escapar y volver al mundo real. La policía no les cree. El sanatorio ardió en 1948. En él se escondían criminales de guerra. Este relato alucinante es una crítica de la sociedad alemana de postguerra, capaz de asimilar su pasado olvidándose de las víctimas e incluso convirtiéndolas en culpables. Los nazis irredentos siguen tirando de los hilos en la sombra. La locura funciona aquí como sátira inclemente de la desmemoria más acomodaticia. 

Las células del terror es un conjunto de veinticuatro relatos breves. Algunos son tan cortos que pueden considerarse microrrelatos. Cada uno de los cuentos es altamente disfrutable, aunque no todos brillan a la misma altura. En los mejores se cumple aquello de lo bueno, si breve, dos veces bueno. Por ejemplo, un hombre atemorizado se encierra en su casa. Pero de nada le vale tomar precauciones frente a lo inexorable. En otro cuento, un mutilado de guerra advierte del peligro en un café. Pese a sus pesadillas, decide, insolidario, no informar a los demás. El realismo incrementa el terror latente en otros relatos: un activista clandestino se vuelve loco porque cree que cualquiera puede denunciarlo a la policía; una bruja toma cumplida venganza en un cliente joven y atolondrado; la señora que toma su café ve pasar cotidianamente los vehículos funerarios camino del cementerio, hasta que repara en otras tragedias más acuciantes.

Alfonso Sastre encaja lo inesperado dentro de la cotidianeidad para así provocar el miedo. El escalofrío más intenso cae como un rayo del cielo azul. El propio Sastre dice que, cuando el misterio rompe con las certezas de lo previsible, nos lleva irremisiblemente a los dominios del terror. Y no se trata únicamente de miedos personales más o menos universalizables. El terror como expresión subjetiva también forma parte de la realidad y está condicionado por circunstancias objetivas (un desastre colectivo permite al escritor realista el ejercicio de la imaginación creadora trascendiendo lo real sin negarlo). Así que toca disfrutar con las historias lúgubres de Alfonso Sastre, que son como la vida misma, aunque sazonada con una pizca de horror y de saludable humor negro. 

Alfonso Sastre

Alfonso Sastre (1926-2021) fue un dramaturgo, narrador, ensayista y guionista español nacido en Madrid. Su familia era modesta, trabajadora y católica. De joven sufrió la guerra civil y los rigores del primer franquismo. Empezó varias carreras. Las abandonó todas. Estaba entusiasmado por el teatro. Formó parte del grupo «Arte Nuevo», fundado en 1945 con el objetivo de acabar con el teatro burgués representado por don Jacinto Benavente, el diminuto dandi del bombín, los botines y el bigote engomado. Los ídolos de los jóvenes escritores de la Generación del 50 eran Sartre, Kafka, Brecht y Beckett

Sastre siempre defendió que el teatro ha de ser innovador y promover la agitación social. Este plan no entusiasmaba precisamente al franquismo y le llovieron las prohibiciones y censuras. Pese a todo, fue junto con Buero Vallejo el dramaturgo español más relevante de la segunda mitad del siglo XX. Sin hacer concesiones, el escritor madrileño únicamente estrenaba en cenáculos muy restringidos, con algún que otro espía de la policía entre el público. Obras como La mordaza, La sangre y la ceniza, El viaje infinito de Sancho Panza o La taberna fantástica son clásicos reconocidos de la escena española. Sastre también escribió cuentos, poesías, ensayos y hasta alguna novela. 

Visitó la cárcel varias veces. Sus ideas siempre fueron radicales. A la fea burguesía, ni agua. Perteneció al PCE, lo abandonó por ser poco rojo y acabó recalando en el nacionalismo vasco radical. Se fue a vivir a Euskadi en compañía de su mujer, la escritora catalana Eva Forest (encarcelada entre 1974 y 1977 por su responsabilidad en el terrible atentado de la calle del Correo en Madrid). Tocado con una gran chapela, camisa a cuadros y una frondosa barba apostólica, don Alfonso era un mito casero para la izquierda radical hispana: el revolucionario íntegro que rechaza los cínicos halagos de la sociedad capitalista. Evidentemente, todos los demás le dieron la espalda, sin negar su indiscutible talla literaria. Alfonso Sastre falleció en Fuenterrabía con 95 años.

Publicado por Alberto.

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