Título: Una historia particular Autor: Manuel Vicent
Precio: 19,90 euros
Año de edición: 2024
«La vida, como el violín, solo tiene cuatro cuerdas: naces, creces,
te reproduces y mueres. Con estos mimbres se teje cada historia
personal con toda una maraña de sueños y pasiones que el tiempo
macera a medias con el azar». Así empieza este espléndido libro de Manuel Vicent, con este párrafo tan contundente y evocador. Es el último que ha publicado, ya con 88 años, y después de tantos artículos diarios, libros y publicaciones, suena a despedida, a testamento literario. Habiendo pasado tantas horas agradables en su compañía, como lector, qué menos que disfrutar de esta su despedida literaria.
En sus páginas, el autor castellonense repasa su vida en una autobiografía poética y algo filosófica, en la que importan más las sensaciones, lo sensual y también las ideas que una narración fiel y detallada de su biografía. Se trata de una obra corta, que solo tiene 200 páginas y 47 capítulos breves, pero intensa y hermosa. Es circular, acaba como empieza, recordando el niño que fue. El texto está lleno de recuerdos, claro, teñidos de suave nostalgia, pero hay poca melancolía en esta obra y un caudal continuo de evocaciones lúcidas y perspicaces. El autor es un gran observador, inteligente y penetrante, y tiene el don de saber sintetizar todo un mundo en una sola frase, certera y globalizadora.
Vicent nació el mismo año que empezó la guerra civil española y, aunque no recuerda nada de la contienda, creció en plena posguerra, viviendo sus consecuencias. El libro ofrece inevitablemente un retrato de ese país y esa sociedad, tan cercana y tan lejana al mismo tiempo, que ha dejado todavía trazas que se pueden identificar en el presente. Aquella España a la que llegaron los primeros cines, de las cartillas de racionamiento —suprimidas en 1952—, de los libros prohibidos, el balón de cuero a los diez años y el pick up a los veinte, las suecas, el jazz y los porros, en la que nuestro protagonista trataba de averiguar porqué la gente se había matado durante la guerra. El autor repasa la historia de los perros que ha tenido, cada uno ha marcado una época de su vida, y de las canciones que han constituido su banda sonora, como Arrivederci Roma, Las hojas muertas... y la llegada de los temas de Los Beatles.
El estilo es magnífico, culto, colorido y recortado, huye de digresiones poco prácticas y va siempre directo al grano, buscando con intención la esencia de cada cosa o situación. Tiene la prosa de Vicent dos grandes cualidades: una enorme potencia evocadora y una capacidad de síntesis muy grande. A eso hay que añadir una aparente ligereza y la habilidad de retratar con precisión cualquier cosa, personajes, escenas, teorías o momentos históricos, con un par de pinceladas. Es un escritor tan inteligente, tan sensorial, que introduce en su prosa grandes cantidades de poesía. El tono es el del viejo sabio, que sabe de lo que habla y nos regala en píldoras concentradas su experiencia. El autor prefiere la expresividad total de una imagen o una melodía a páginas y páginas de texto que expliquen lo que de manera globalizadora se puede entender en un momento, en una epifanía sensorial. Para él, la felicidad está en los pequeños placeres cotidianos, en aquella vuelta de regalo, gratis, que le dieron cuando era niño en el tío vivo porque ya iba a cerrar, escuchando Mi casita de papel, un tema de 1946; en el momento de pedir un gin-tonic, antes de probarlo, cuando la espera lo es todo; en la ilusión de preparar la maleta para un viaje deseado; en el momento en que dejas de adelantar coches para contemplar el paisaje o en mover la pierna en la cama y sentir esa parte de la sábana que está fresca, sobre todo en abril...
El texto está salpicado de principio a fin de frases memorables, por ejemplo: «En una partida de póker, si a las dos horas no te has dado cuenta de quién es el tonto, es que el tonto eres tú», «Cada cuatro años cambian el humor que hace reír a la gente y los tics al hablar», «Una generación cubre quince años, la vida de un perro», «Si en este país hubo una revolución fue la del paladar»,«Llega un momento en el que el perfecto viajero es el que da la vuelta al mundo sin levantarse de la cama», «Todos caminamos hacia el anonimato, solo que los mediocres llegan un poco antes», «Es un bello oficio sentarse a contemplar cómo pasa el tiempo, cómo pasa la vida», «La vida es el tiempo que se ha posado sobre todos los objetos que nos rodean».
En fin, una autobiografía magnífica, llena de talento y poesía, con la que se despide un autor que nos ha acompañado durante toda nuestra vida, al menos la mía, con su literatura y sus ideas. Un regalo que es una pequeña joya.
Manuel Vicent (Villavieja, Castellón,1936) es un escritor y articulista español. Estudió Derecho en la Universidad de Valencia y periodismo en la Escuela Oficial que entonces había en Madrid. Empezó a colaborar en revistas críticas, como La Codorniz, Hermano Lobo y Triunfo, y en diarios como como Madrid y El País, en donde su columna dominical se ha convertido ya en un clásico periodístico.
Es autor de
obras teatro, libros de viaje y gastronomía, memorias, entrevistas, y una veintena de novelas con las que ha ganado premios tan importantes como el Alfaguara (dos veces) y el Nadal. Es doctor honoris causa por la Universidad Jaime I de Castellón y por la Universidad de La Plata, además de Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid y de la Universidad de Almería. Todo un personaje. y uno de los mejores prosistas actuales en español.
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