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domingo, 28 de diciembre de 2014

Algodoneros - James Agee y Walker Evans

 

Título:  Algodoneros 
Autor: James Agee (texto) y Walker Evans (fotos)

Páginas: 156

Editorial: Capitán Swing
 
Precio: 18,50 euros

Año de edición: 2014
 
En el verano de 1936, Henry Luce, director de la revista Fortune, encargó a uno de sus jóvenes y más prometedores reporteros, James Agee, un artículo para la sección «vida y circunstancias» sobre las condiciones de vida de los algodoneros blancos pobres del Sur. Agee pidió que le acompañara WalkerEvans, un fotógrafo amigo suyo que trabajaba para una oficina del New Deal.

Ambos viajaron en coche desde Nueva York hasta Alabama y pasaron dos meses entre las familias Burroughs, Tingle y Fields. El resultado fue un artículo de 30.000 palabras que Fortune guardó en un cajón sin que llegara a publicarlo jamás. El descubrimiento casual del manuscrito por la hija pequeña de James Agee ha permitido recuperar y publicar la crónica casi 80 años después.

El artículo es un impresionante informe sobre la vida de tres representantes de los algodoneros blancos del Sur, sobre las condiciones económicas y laborales de las familias, sus casas, ropa y comida, sus condiciones físicas, de alimentación y salud, su educación, su ocio, su carácter al fin. El artículo está escrito con una prosa clara, limpia, sencilla y, en apariencia, tan objetiva como las fotografías de Walker Evans que le acompañan, de modo que a veces parece propia de un acta notarial y otras, de un informe administrativo: da fe, presenta los hechos como son, proporciona los datos precisos, describe lo que ve del mismo modo que las fotografías retratan a los diferentes personajes, muestran sus taras y defectos físicos, su harapos, sus botas rotas calzadas sin calcetines, o sus casas de tablones de madera sin desbastar. 

Y es capaz de describir igualmente las aspiraciones, sentimientos y deseos de las personas con las que ha convivido. El texto está impregnado de simpatía y compresión, de empatía y humanidad, de piedad e inteligencia,  es decir, de una profunda y completa percepción de la naturaleza del ser humano en general y de estas tres familias en particular, y las circunstancias que les ha tocado vivir en este mundo. Pero, quizá por la inteligencia, sensibilidad y comprensión que  muestra, el texto también tiene mucho de indignación, de crítica social y rebelión ante la injusticia de la «inmensa, vetusta y eminentemente racial, circunstancia de la pobreza: de una vida consumida de continuo y por entero en el mero y único esfuerzo de preservarse a sí misma; tan profundamente privada y dañada y atrofiada en el transcurso de ese esfuerzo que sólo se la puede llamar vida por cortesía biológica».

James Agee es un escritor grande, uno de los más grandes para mi gusto. En este libro se muestra como un Shakespeare, como un profundo psicólogo, pero también como un antropólogo, un científico social, un agrarista, un reformador o una persona política y socialmente formada y consciente. Es un narrador excepcional que produce asombro y envidia, por la facilidad, la sencillez, la pureza y el rigor con que escribe. Es un periodista de raza capaz de llevar al lector a donde quiere, que imprime un ritmo tal que uno desea continuar leyendo y que, sin embargo, es capaz, al mismo tiempo, de hacernos reflexionar y sentir con sus ironías y contrastes, con sus análisis y conclusiones. Para James Agee fue un viaje, una experiencia muy dura, que le marcaría toda la vida, pero también «desde luego, una de las mejores cosas que me habían sucedido jamás». Ambos aspectos de la cuestión quedan perfectamente reflejados en el libro y se transmiten íntegramente al lector.

No quiero terminar este comentario sin hacer mención de las fotografías de Walker Evans, tan impresionantes como el texto de Agee, empezando por la de la portada, un retrato de «Floyd Burroughs, aparcero». Todas las fotografías tienen una calidad técnica superior en cuanto a contraste y definición, pero también respecto a encuadre y punto de vista. Con todo, lo más importante es lo que transmiten, lo que hacen pensar y sentir al observador. No se trata sólo de los retratos que comparten con la prosa de Agee la misma empatía e inteligencia con los miembros de estas tres familias, sino de fotografías aparentemente sencillas e inocentes como las de un par de botas de trabajo, el interior desnudo de una casa en que se ve una toalla colgando de un clavo y una simple jofaina, los campos de algodón o el primer plano de la cabeza de una mula. Son fotografías que reflejan un mundo, una vida. Algunas producen una inmediata simpatía o ternura  (la mencionada de la portada, la de Floyd Burroughs junior, Elizabeth Tingle); otras son sencillamente dolorosas (Bud Fields y su familia en casa).

James Agee y Walker Evans son muy conocidos por el libro «Elogiemos ahora a hombres famosos» escrito en 1941 en un tono muy distinto a la crónica que recoge «Algodoneros», pero basado en esta misma experiencia, en este viaje.   

 
James Agee (foto de Walker Evans) 

James Agee (Knoxville, Tennessee, 1909 – Nueva York, 1955) se licenció en Harvard donde era redactor jefe de la revista universitaria en la que dedicó un número a una parodia de la revista «Time», del mismo grupo editorial que «Fortune», donde entró a trabajar. Escribió artículos para ambas revistas. También fue un crítico de cine de cierta fama e importancia. Escribió los guiones de dos películas muy conocidas: «La reina de África»  y «La noche del cazador». En 1957 se publicó su segunda novela, «Una muerte en la familia»,  que en 1958 recibió el Premio Pulitzer, considerada como una de las grandes novelas del siglo XX en EstadosUnidos

 
Walker Evans (foto de Paul Grotz)

Walker Evans (San Luis, Misuri 1902 - New Haven, Connecticut, 1975) trabajó para las revistas «Time» y «Fortune» a partir de 1945. Después fue profesor en Yale. Con anterioridad, su trabajo está relacionado con la crisis del 29, porque participó en algunos programas gubernamentales como el de Resettlement Administration, y, sobre todo en el programa Farm Security Administration, por el que algunas de sus imágenes son mundialmente conocidas. Su obra fue adquirida por el Museo Metropolitano de Arte en 1994, excepto las fotos del Farm Security Administration, que conserva la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Publicado por Fernando Serrano.

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